
Todos los dominicanos nos sentimos orgullosos y satisfechos cuando se iniciaron las transmisiones televisivas en vivo y directo desde la República. Se acabaron los programas y noticias enlatados que podíamos ver a través del canal 35 de Manhattan y por Telemundo, dos y tres semanas después de haber cambiado los acontecimientos en el país, convirtiéndose en noticias fiambres.

Mediante este legajo de firmas los dominicanos asumimos el compromiso con la empresa de cable de suscribirnos al servicio inmediatamente se estableciera dentro de la programación el canal dominicano y las cartas remitida por nuestros oficiales electos, se convertía en un mecanismo de presión con el objetivo de que se nos otorgara el derecho, como grupo en crecimiento, de un espacio en su frecuencia.
Nuestros objetivos son logrados. Súper Canal Caribe entra por la puerta grande a la Gran Manzana, y se extiende hacia los demás estados de la unión americana. Como en el sistema democrático existe la libertad de competencia, al cabo de un tiempo llega Telemicro Internacional. Más regocijos sentimos, pues ahora contábamos, en vez de una, con otra opción para escoger.
Resulta que, aprovechando la nostalgia manifiesta, así como el apego de los dominicanos en el exterior por mantenerse informados de todo lo que acontece en la madre patria, el negocio de la televisión se volvió tan lucrativo, que una española registra el nombre de Televisión Dominicana y basado en la plataforma de una planta televisora de Quisqueya, y con la diligencia del empresario dominicano Juan Manuel Lebrón, consigue la asignación de un espacio en los canales del cable.
Media World, la división americana del Grupo Mediapro, propietaria de Televisión Dominicana, presidida por la española, logra el negocio del año, pues vende al grupo estadounidense Hemisphere Media, tres canales de televisión de pago en español por 74,5 millones de euros (102 millones de dólares ), entre ellos Televisión Dominicana con una suscripción de 2,2 millones de abonados. Es tan dichosa que se queda produciendo los contenidos de los canales vendidos.
Mientras esta empresa al cabo de un corto tiempo operando recibe millones de dólares por vender un canal basado en programas y talentos de nuestra patria, estas emisiones televisivas, cuya producción es bastante costosa, reciben como pago entre 1,200 a 1,800 dólares mensuales, dependiendo el rating del programa, pero lo peor de todo, es que no se le notificó que el canal seria vendido a otra empresa.
Esta venta, sin la debida notificación a los propietarios de los espacios que componen la programación de Televisión Dominicana, para que pudieran hacer reparos en el contrato de venta y, de esta manera, exigir una renegociación del mismo con los compradores, es una violación al contrato, escrito o verbal que pudieran tener con la empresa Media World.
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