París.- En la suite 261 del Hotel Bel-Air de Los Ángeles, Bert Stern fotografió 2,571 veces a una rubia de 5 pies y 5 pulgadas de altura y 116 libras de peso.
La chica tenía un lunar en la mejilla izquierda, sonreía y bebía champán. Se dejó retratar desnuda, muchas veces. Incluso mostró a la cámara una cicatriz de siete centímetros en el abdomen; una marca que la humanizaba.
La modelo, entonces casada con Joe DiMaggio, se llamaba Marilyn Monroe. Aquella sesión de fotos memorable, que se desarrolló en tres días y se conoce como "The Last Sitting", tuvo lugar a finales de junio de 1962. Algunas de esas instantáneas salen ahora a la venta en una galería parisina.
Marilyn tenía 36 años y seis semanas después moriría por una sobredosis de barbitúricos que el forense calificó de "probable suicidio" y que todavía se sigue relacionando con el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy y con su hermano Bobby.
Durante aquellos posados, Stern combatía el cansancio con dextroanfetamina. El retratista había mecido la sesión con vodka y champán hasta acomodarla en un territorio más sensual.
Quería fotografías carnales del mito y también acostarse con Marilyn Monroe. Consiguió solo lo primero.
Hacia las tres de la mañana la actriz entró en su juego. Agarró un fular transparente, le miró a través de la tela y le preguntó si le apetecía hacer desnudos.
Al fotógrafo, que tenía 32 años, se le abrieron las puertas del cielo. Era consciente de que tener a Marilyn desnuda en una habitación de hotel y a merced de su cámara era "una experiencia única en la vida", contaría después.
Pero a ella le entraron dudas: recelaba por una señal que le había dejado una reciente operación de vesícula. Stern le dijo que retocarían las imágenes para borrarla y Marilyn consultó a su peluquero, George.
"Qué piensas sobre hacer desnudos con cicatrices?", le preguntó la estrella.
"Divino", contestó George.
No hay comentarios:
Publicar un comentario